De ideas a realidad – ¿Quién traza el camino?
Diálogos de diseño es un esfuerzo de colaboración entre miembros de nuestro equipo para suscitar conversaciones en torno a temas que nos preocupan e interesan como profesionales creativos. Cada mes, dos de nosotros nos sentaremos a hablar sobre diseño, creatividad y nuestro día a día en el estudio.
Un concepto enciende el principio de cualquier proyecto que surja en el estudio. Es el corazón y el alma de nuestra perspectiva de diseño, y sin uno nuestro enfoque se sentiría vacío y vano, aunque la ejecución sea impecable. Pero, ¿qué hace que un concepto sea sólido? ¿Cuál es la clave para comunicar con éxito la visión de un cliente y la nuestra como diseñadores? Adelchi García, diseñadora del estudio, y Diego Olguín, líder creativo, se sentaron a hablar de este tema tan importante que marca el tono de todo el proceso de un proyecto de branding y de cómo es crucial estar abierto y escuchar a todas las partes implicadas en él.
En primer lugar, tenemos que entender que la mayoría de las veces, un cliente vendrá con una idea muy clara en la cabeza: lo que le gusta y lo que no, lo que quiere comunicar y cómo quiere hacerlo. Con eso en mente, un concepto suele partir de ahí: las necesidades del cliente. Nuestro trabajo como profesionales creativos es recibir esta información y traducirla en bases sobre las que construir. Luego viene nuestra visión del proyecto, cómo interpretamos la aportación del cliente y qué queremos conseguir con ese proyecto en concreto. Por último, debe haber una unión entre estas dos perspectivas; un vínculo perfecto entre la petición del cliente y la visión del creativo. De esa unión nace un concepto sólido.
A continuación entra en escena el diseñador, una pieza clave que servirá de traductor de las ideas presentadas y las convertirá en una realidad tangible. Si el concepto es sólido y está bien comunicado, el diseñador será capaz de construir una ejecución sólida y bien estructurada que comunique la información pretendida. A veces una traducción es tan buena que habla por sí sola, y eso es lo que pretendemos en tbpmx.
A menudo nos encontramos con proyectos con modelos de negocio disruptivos o novedosos, y es necesario educar al público al respecto. Esta es una parte especialmente complicada a la hora de idear un concepto, ya que hay que comunicar este eje tan técnico de una forma interesante y llamativa. Es entonces cuando volvemos al concepto e integramos la misma narrativa para que el público final pueda entender, conectar y empatizar con estos nuevos modelos, que es el objetivo final.
La forma en que una marca conecta con el público es la prueba definitiva. Después de todo el trabajo duro, la planificación y la ejecución, un proyecto se libera al mundo: ya no está protegido por las paredes de un estudio. Cuando un proyecto se libera de nuestra "protección" sale para ser visto, escuchado o experimentado, y si tenemos suerte la interacción con la gente que experimenta nuestra marca tendrá una respuesta positiva hacia ella.
Vemos románticamente nuestros proyectos de marca como una constelación con tres estrellas principales: el diseñador, el cliente y el público; el concepto se traduce entonces en las líneas casi imperceptibles que conectan las estrellas. Estas líneas acaban dando sentido al producto final, resultando en una traducción cohesiva que refleja la intención de todas las partes implicadas en el proyecto.